Zapatos limpios

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  • Escrito por: Socia, Yarikza Torres

Cuento

La versión 29 del tradicional concurso historias de nuestra tierra fue pródiga en participación; 3.500 personas de todos los puntos del país hicieron patente la potencia de la cultura rural, un abanico de creaciones tan variadas como diversa es la realidad regional de sus autores.

Cuentos, poemas, fotografías y dibujos del mundo rural quedaron plasmados en XXIX Concurso Historias de Nuestra Tierra Antología 2021, en donde nuestra Socia Yarikza Torres Gajardo tuvo una mención honrosa con su cuento “Zapatos limpios”.

Además del cuento anteriormente mencionado Yarikza Torres Gajardo participo en el 8° Concurso Nacional de Booktubers y Bookstagrammers 2022, categoría Booktuber Adultos obteniendo el tercer lugar con: “Un secreto en mi colegio” de Angélica Dossetti. Ver video.

Captura del libro XXIX Concurso Historias de Nuestra Tierra Antología 2021
¡Si los zapatos están limpios, todo saldrá bien! ¡Si están sucios, es como no lavarse la cara!”, decía mi mamá cada noche, que por obligación nos mandaba a lustrar los zapatos negros del colegio.

Entre más brillo, mejor, como una competencia olímpica. Con mi hermano ejercitábamos los músculos de los brazos para ver a quién les quedaban mejor.

Cada mañana, sagradamente, debíamos caminar por un sendero montañoso hacia la carretera, entre frondosos árboles y arbustos, canales caudalosos y un potrero que cambiaba según la época del año: trigo, maíz o papas. Con los dedos entumecidos, cada uno arrastraba consigo la bolsa con sus zapatos limpios que, con cuidado, cambiábamos antes de que llegara el bus.

Caminar no era problema; mojarse las piernas y los pies con el rocío de la mañana y embarrarse hasta el tobillo cuando pasaban el arado sí era un problema.

Veinte años más tarde, solo yo sigo con la tradición. Lustrar, caminar, cambiar zapatos, mismo paradero, mismo bus, mismo colegio. Y mamá todavía me recuerda: “¡Zapatos limpios y todo saldrá bien!”.

—¿Mismo colegio? 
—¡¡Sí!!

Lo que ha cambiado es que de alumna pasé a ser profesora. Ese mismo colegio que me vio crecer ahora me dio la oportunidad de demostrar el valor que tengo.

Y cada mañana llevo conmigo los zapatos limpios para cambiar. Que por suerte esconden y distraen a la gente, que el rocío en los arbustos o el trigo rozó mis piernas y están mojadas.

Al llegar al colegio, solo queda que la estufa a leña encienda rápidamente y caliente el ambiente o el ajetreo del día seque mi ropa. No soy la única, a los niños también les sucede, es como mirar un espejo que me refleja perfectamente.

Así es la vida en el campo, sacrificada y hermosa a la vez.

Solo queda aprender y enseñar, que si llevas otros zapatos de cambio: “Al menos tus pies estarán secos y limpios. ¡Y todo saldrá bien!”.

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