VIEJA ESTACIÓN DE TRENES

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Poema

 
Bajo añosos aleros 
Sembrados de ecos 
Se refugian los pájaros,  
Las arañas laboriosas 
Tejen su seda de cortejo 
Y los espíritus vagan 
Por los amplios corredores 
Sin poder hallar la gloria del ayer. 
Risas lejanas de niños 
Se oyen en el zaguán, 
Quizás de otrora estudiantes 
De paseo rumbo al litoral 
Y junto a los restos 
De la farola forjada 
Donde pernocta el búho, 
Resuenan los tacones de 
Mil penélopes, 
Esperando que llegue el tren. 
A lo lejos, el silbato 
Anuncia su paso raudo 
Por la estación desaliñada, 
Estremeciendo 
Hasta los carcomidos cimientos, 
De las viejas murallas 
Tapizadas de papeles, pegados 
Con engrudo. 
A su paso, los oxidados rieles 
Se tiñen de lumbre y ceniza, 
La brisa presurosa seca 
Los sudores de la hierba 
Y el aroma de los geranios 
Evoca otros tiempos indefinidos Y ausentes. 
Y allí, en los pilares 
Que descansan en su basa de piedra, 
Un reloj imaginario 
Cuelga su péndulo 
Esparciendo sus quejas al viento. 
Desde la torre 
Iluminada de trinos, 
Un alma vigila 
Mientras dolorosas resonancias 
Pululan entre los fierros retorcidos 
De la veterana locomotora 
Poblada de fantasmas, 
Añorando en un mundo de ruinas, 
Las magnas epopeyas, 
De esos días 
Febriles, mágicos y triunfales, 
Que ya no volverán 

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